El 6 de enero, la ciudad se llena de algarabía con el concurso de disfraces. Los participantes inventan trajes, máscaras y carros alegóricos, y al son de buena música, desfilan en las comparsas que recorren las calles céntricas de la ciudad transmitiendo alegría entre los espectadores.
Los participantes se mofan, principalmente, de los políticos, de los sucesos buenos y malos ocurridos en el año que feneció. Hay premios otorgados por el Municipio para los mejores. Con el sonido de tambores y los pitos incesantes de los payasos, los enmascarados se abren paso y se ganan calurosos aplausos.